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Humboldt: “Retrato de un pueblo en seis mil palabras”, cumplió su segunda semana de estreno

Noche estrellada con luna en cuarto creciente sobre el cielo de Humboldt. Doscientas personas distribuidas en sillas y gradas con estructuras sólidas en el magnífico espacio exterior del Tiro Federal, aprovechado al máximo en todo su potencial arquitectónico.

Una significativa iluminación irá marcando paulatinamente los espacios escénicos para que “Retrato de un pueblo en seis mil palabras”, de María Rosa Pfeiffer, cobre vida con una palabra que sostiene una preciosa totalidad en esa fresca noche para el recuerdo de todos los que presenciamos esa historia que de algún modo ahora nos pertenece: pasión.

En el medio de ese paisaje, con pasarela, columnas, frondosos árboles y hasta una soga para colgar sábanas blancas, ellas y ellos, cuarenta actores y actrices, músicos con sus afiatados instrumentos, una estupenda soprano, un joven cantante y otro con más experiencia, todos en un constante devenir -literal y metafórico- para contar(nos) la historia de Hanna, varada en el Hotel de los Inmigrantes para después, transcurridos más de cien años, en el filo de la vida y de la muerte, salir a buscar a su padre y sus hermanos remontando el Salado, haciendo un viaje hacia el pretérito. Recorriendo la historia de Humboldt se encuentra por fin, a través de los rostros del pueblo, con su propia historia para fundirse en una imagen que emociona hasta las lágrimas, con una belleza imposible de transmitir.

Junto con todo lo anterior, el espectáculo se asoma a la hondura de la historia de Pfeiffer. Y eso, el riesgo, es precisamente lo que, ante todo y sobre todo, se agradece en este espectáculo. Más allá de que guste o no, de que se lo considere saludablemente ambicioso o pretencioso, “Retrato de un pueblo en seis mil palabras” configura en su totalidad texto/puesta una empresa de una elaboración y un rigor, de un vuelo y de una osadía y, sobre todo, de un aliento y una dimensión infrecuentes (y por ello doblemente bienvenidos) en el teatro santafesino.

Son ocho escenas en aproximadamente una hora y quince minutos. El tiempo pasa volando, porque el disfrute es enorme. Desde la dirección del espectáculo es lo misma Pfeiffer -junto al experimentado Cristian Weidmann y su enorme equipo de colaboradores- la que despliega pericia en la multiplicidad y la delimitación de los lugares de acción dentro de un espacio inteligentemente utilizado; la colocación de todo el elenco, sus agrupamientos y evoluciones, siempre cargados de significados y la edificación de la atmósfera onírica que envuelve todo el espectáculo mediante imágenes de gran potencia y sugestión. La versión tiene muchos momentos excelentes, en los que la directora obtiene de su elenco el mejor de los resultados.

La obra y la puesta, en clave de comedia dramática musical, rescatan personajes inmortalizados por diversas razones en la memoria colectiva de los humbolenses y allende las fronteras. En la escena, aparecen el indio San Juan criado por los gringos y un gaucho representativo (en una mágica escena con caballos incluidos que envidiaría Spielberg), el niño inmigrante raptado por un malón que llega a convertirse en cacique, la primera maestra de 14 años (que les dice a sus alumnos “discutan, júntense, la palabra es poderosa”), el grupo de pobladores que luchó contra los impuestos en lo que fue el primer levantamiento de agricultores en Latinoamérica, la bellísima Rosanna Falasca (recordada por las vecinas en otra bella secuencia de sábanas al viento, con una de sus actuaciones en la “Botica del Ángel”, rodeada de los dibujos de Raúl Soldi), obviamente Merceditas y “el ratón” Ayala, entre otros.

Con indisimulable pasión el elenco de los consagrados integrantes del Grupo de los Diez suma a nuevos integrantes.

Así actúan con entrega absoluta Marcela Girolimetto, Mauro Bartizaghi, Guillermina Volken, Emiliano Bonfanti, Pablo Yennerich, Fabiana Beccaría, Marisa Infantino, Ana Mulé, Silvina Bircher, Marta Fux, Flavia Pereyra, Elisabet Wettstein, Noris Humeler, María Rosa Gatti, María Luz Weigandt, Andrea Bertoldt, Facundo Pietrobon, Joaquín Strikler, Santiago Nicolau, Gabriel Voos, Belén Kröhling, Elsa Gavazzi, Josefina Walter, Santiago Garoni, Carol Walker, Lina Aufranc, Florencia Weidmann, Camila Giménez, Milagros Nellen, Ariana Strickler y Andrés Palomeque. Los músicos que interpretan la banda sonora y la música original de Walter Walker son Jorge Czarnowsky, Jimena Algañaraz, Ariel Sosa, Federico Weder, Mariano Galiana, Marilén Spies, Rubén Kruger, Waldino Walker y el Coro Comunal más la soprano invitada María Sol Bennasar. Se suman en rubros destacados Rubén Fladung, Roberto Weidmann, Raquel Minetti, Gerardo Meyer, Romina Bonfanti, Aldana Mestre y Antonela Sánchez. Todos, en un espectáculo que rescata la historia y es sin duda alguna para recordar.

Por Roberto Schneider