Campo

Otra vez atentos a una buena cosecha…

Cuando recibía pedidos de baja de impuestos por parte de empresarios en una de las tantas mesas sectoriales de competitividad de la agroindustria, el presidente Mauricio Macri les respondió: “militen por la baja del gasto público”.

Fue como un pedido de ayuda, y de apoyo al mismo tiempo, para lograr que el peso de todos los niveles del Estado -municipal, provincial y nacional- deje de ahogar al sector privado. Casi como una exhortación a lograr un cambio cultural que, en el corto plazo, parece lejano de alcanzar.

Fue también un mensaje para dejar en claro que no habrá bajas en los derechos de exportación en 2019 hasta que las cuentas públicas no vuelvan a su cauce. Quizás sí pueda haber correcciones a productos que quedaron desfasados en el diferencial de tres o cuatro pesos por cada dólar exportado.

“Desde que se implementaron en septiembre trabajamos para cambiarlos, son 4000 posiciones arancelarias”, dijeron en la Secretaría de Agroindustria. Más allá de la restricciones económicas, el Gobierno tiene cifradas sus esperanzas de 2019 en la recuperación de la agricultura tras la feroz sequía de 2018 que hizo perder ingresos por exportaciones por US$ 8000 millones ante la merma de unos 30 millones de toneladas de granos.

Nuevamente, como ha sucedido otras veces en la historia argentina, una buena cosecha sostendrá a la economía. De los 94,3 millones de toneladas se llegaría a 125 o 126 millones de toneladas. Por supuesto, siempre que el clima acompañe.

Eso, también vale recordar, en términos generales, porque para quienes padecieron heladas tardías, granizos y lluvias impiadosas esos números globales representarán poca cosa porque el desastre lo tuvieron en su lote.

La capacidad de empuje que tiene el campo podría ser todavía mayor si las condiciones económicas fueran diferentes. Con tasas de interés que superan el 60% que afectan el financiamiento, la campaña agrícola 2018/2019 se tornó “defensiva” cuando podría haber tenido el signo inverso si continuaba la baja de la presión impositiva prevista antes de la crisis cambiaria. “Así se reduce la inversión en tecnología”, explica el consultor Horacio Busanello.

Eso ya debería encender las luces de alerta para 2019. La campaña de granos finos se hará con el mismo gobierno, pero buena parte de la de granos gruesos se sembrará con una administración y se cosechará con otra (o la misma, dependiendo del resultado de los comicios de octubre próximo). Con el actual esquema de derechos de exportación reimplantado en septiembre pasado, la Bolsa de Cereales de Buenos Aires calculó una caída del área sembrada para la campaña 2019/20 de 1,1 millones de hectáreas.

Salvo que algún hecho excepcional de los mercados internacionales altere las proyecciones -como el clima o el recrudecimiento del enfrentamiento EE.UU.-China-, nada parece indicar que esa tendencia se modificará. Por ese motivo, si el actual gobierno quiere seguir más allá de 2019 y cree que el campo va a ser uno de los sostenes principales de la economía deberá estar más atento al impacto de las medidas que adopta cuando se propone corregir el déficit fiscal.

Con un menor nivel de intervención en la decisión de las políticas macro, desde el ámbito de la Secretaría de Agroindustria apuestan a las medidas por goteo y consenso que surjan desde las mesas de competitividad.

“Cuando las condiciones cambien se podrá aprovechar la apertura de mercados y la reducción de trámites que estamos llevando adelante”, dice, confiada, una fuente oficial. Ese “cambio de condiciones”, por ejemplo, le debería permitir a una pyme agroindustrial proyectar una inversión para colocar su producción en cualquier parte del mundo. Si sabe que un determinado mercado está abierto y tiene estabilidad eso lo incentivará a tomar más riesgos y generar trabajo.

Es una de las recetas que aplicaron los países a los que les fue bien a lo largo de la historia. No hay razón para inventar algo diferente, sino adaptarlo a la realidad local. Con un riesgo país que alcanzó los 806 puntos, que significa la sobretasa que paga el país por financiarse, ese horizonte hoy parece lejano. Sin embargo, no debería perderse de vista y tener en claro cuales son los objetivos.

Por: Cristian Mira