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Política agrícola, esa mala palabra

La mirada de corto plazo que tiene la Argentina deja a un costado los beneficios que podrían alcanzarse si se aplicaran medidas de largo plazo, consensuadas por las diferentes corrientes políticas.

Los países a los que les ha ido bien a lo largo de la historia las han aplicado. En todo caso, hacen leves modificaciones según quien sea la mayoría política circunstancial, pero en lo esencial hay consenso.

Esa visión de largo plazo también incluye a las políticas agrícolas (léase a toda la actividad). Se esté de acuerdo o no con lo que hacen los países europeos, Estados Unidos, Canadá o Australia lo cierto es que tienen políticas agrícolas que brindan a sus productores y empresas agroindustriales un marco de certidumbre.

Es difícil lograr esto en la Argentina cuando ni siquiera hay estabilidad política y económica, pero a muchos les parece una verdadera herejía proponer una política agrícola de mediano y largo plazo . “Cuanto menos se meta el Gobierno es mejor”, afirman algunos.

Se comprenden los motivos porque a lo largo de la historia hay una notable coincidencia entre gobiernos de diferentes extracciones ideológicas: cuando las papas queman hay que recurrir a los dólares del campo para cerrar el déficit fiscal Sin embargo, hay una muy buena hoja de ruta.

La Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE), integrado por 36 naciones desarrolladas y en desarrollo con sistemas democráticos y libertad económica al que la Argentina aspira a ingresar, acaba de emitir un documento de poco más de 200 páginas sobre políticas agrícolas en el país (ver http://www.oecd.org/tad/politicas-agricolas-en-argentina-9789264311879- es.htm) que fue presentado la semana pasada en Expoagro.

El documento es muy jugoso. Afirma que la Argentina es un país de ingreso medio-alto, rico en recursos naturales y humanos, que la volatilidad macroeconómica y la inestabilidad política limitaron su desarrollo en el largo plazo. Reconoce el enorme proceso de transformación tecnológica y organizacional de la agricultura en la región pampeana que impulsó la producción de soja y cereales y advierte que los productos del resto de las regiones -frutas, algodón y hortalizas- tuvieron tasas más bajas de productividad. “A pesar de las dificultades, la agricultura es el principal sector de exportación del país y representa una excepción en cuanto a su desenvolvimiento”, afirma.

Se sorprenden los redactores del informe por el escaso apoyo que tienen los productores y las elevadas tasas retenciones a las exportaciones vigentes en las dos últimas décadas. “El Estimado de Apoyo al Productor (EAP) fue negativo: -14% entre 2015 y 2017 y llegó hasta un -51% en 2008. Este valor negativo es inusual entre los países de la OCDE que, por lo general, subvencionan y tienen valores de apoyo positivos”, señala.

El trabajo da cuenta de la suba de retenciones en 2018, “por lo tanto, es probable que el EAP de Argentina se mantenga negativo durante los próximos años”. Recuerda que las retenciones sirvieron en la década pasada para mantener los precios bajos a los productores, pero tuvieron escasa incidencia para contener los valores de los alimentos al consumidor.

“Sin embargo, las retenciones a la exportación agropecuaria fueron efectivas para generar ingresos al gobierno federal”, admiten. El trabajo no lo expresa, pero es obvio que ahora podría estar ocurriendo lo mismo. La OCDE destaca el papel de instituciones como el INTA y el Senasa y el protagonismo que tiene el sector privado en el desarrollo agropecuario.

Sin embargo, hace una serie de advertencia para tener en cuenta: que las políticas públicas no sirvieron para la producción en las zonas extrapampeanas, que las presiones medio ambientales son menores que en los países de la OCDE, pero “los índices de deforestación elevados son un motivo de preocupación y existe un aumento importante en el uso de pesticidas”, que hay un entorno complicado para la gestión de riesgos (apenas la ley de emergencia agropecuaria, como ex post), y que la “Argentina se benefició de la explotación de innovaciones genéticas bajo condiciones muy favorables, como el no pago de regalías en variedades claves, lo cual es poco probable que se reproduzca en el futuro”.

En esos, y otros puntos, propone recomendaciones sustanciales para tener muy en cuenta.

Por Cristian Mira