Campo

Apostar al vaso medio lleno

Buena parte de las cifras de récords productivos, tanto de expansión del área sembrada como del volumen de la cosecha, se asienta sobre la base de la liberación de las restricciones en los mercados o en la baja de impuestos. Eso también sucede en la ganadería.

Si un gobierno, al mismo tiempo, se congratula por una cosecha de 140 millones de toneladas, en su forma de cálculo, y sostiene los derechos de exportación como mecanismo para asegurar sus ingresos fiscales debería saber que la celebración de esas cifras tendrá un límite.

Aunque con notables diferencias, al gobierno anterior le ocurría algo parecido cuando celebraba la cosecha récord mientras sostenía una presión impositiva elevada.

Algunos cálculos reflejan ese contraste. En la jornada del lanzamiento de la cosecha fina 2019/2020 que se realizó en la Bolsa de Cereales de Buenos Aires (de lo que se informa en las páginas 4 y 5) se explicó en el trabajo presentado por Agustín Tejeda, gerente de
Estudios Económicos de la entidad, que el área sembrada con trigo, sin retenciones, podría llegar a 6,7 millones de hectáreas, y no a los 6,4 millones previstos.

Aunque el Gobierno prometió que los derechos de exportación a los cereales son temporarios hasta 2020, se trata del primer efecto concreto del aumento de las retenciones.

Otra forma de observar la cuestión es con la tecnología aplicada en la campaña triguera 2018/19. Según el Relevamiento de Tecnología Agrícola Aplicada (Retaa), de la Bolsa de Cereales de Buenos Aires, en el ciclo pasado el nivel tecnológico alto se incrementó en 6
puntos porcentuales del ciclo anterior, en tanto que el nivel tecnológico bajo estuvo en el nivel más reducido desde la campaña 2010/11. Eso es para cebada y trigo, los dos
cultivos de la cosecha fina.

En esa mejora del nivel tecnológico alto adaptado se destacó la zona núcleo, con cifras superiores al nivel nacional (entre 54 y 56%). Hasta diciembre de 2015, con cupos a la exportación y retenciones elevadas, el trigo y la cebada estaban en franco retroceso en la
zona núcleo.

En fertilización, añade el informe, se aplicó un promedio de 195 kg de fertilizante por hectárea sembrada, lo que representó un aumento de 18kg/ha en comparación con el ciclo anterior.
Hubo, en cambio, un llamado de alerta respecto de la siembra directa, ya que su uso decreció en 4 puntos porcentuales al alcanzar el 85% de la superficie.

“La problemática creciente de malezas de difícil control y en algunos casos cosecha en condiciones de excesos de humedad fueron los principales motivos que condujeron a realizar algún tipo de labranza”, añadió el informe. Con una menor presión impositiva hay mayores incentivos a invertir en tecnología. Y las señales que da el mercado son más genuinas. En la semana hubo otras noticias de lo que puede hacerse cuando al agro se le quitan las restricciones y se trabaja para que pueda expresar todo su potencial.

La Secretaría de Agroindustria informó de la primera exportación de un alimento graso sobre la base de sebo bovino a Marruecos utilizado como sustituto de la manteca para panificación.

A partir de las negociaciones que se hicieron para abrir el mercado marroquí, una empresa de la localidad bonaerense de Berazategui despachó el primer contenedor en cajas de 20 kilogramos al país del norte de África, según informó Agroindustria. Los teóricos de la “primarización de las exportaciones del agro” tienen aquí un caso para estudiar.

Otro dato destacado fue el crédito por US$30 millones del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y el Rabobank que otorgaron a la empresa Desdeelsur, que opera en Tartagal, provincia de Salta, par expandir su producción de hacienda, legumbres y maní.

Con un trabajo social con las comunidades originarias de la zona, esta firma obtuvo financiamiento internacional a tasas convenientes en un contexto económico que aconsejaría todo lo contrario. Aun con las dificultades, hay proyectos a largo plazo para seguir apostando.

Y un impulso para seguir de cerca es el programa de Promoción de Carne Ovina que presentó Agroindustria. Con fondos de la Ley Ovina se promoverá esta carne para que se convierta en una opción real de consumo. Aunque el presupuesto sea escaso, es vital
ampliar las posibilidades de acceso a la carne ovina en los mostradores.

La carne vacuna nuevamente vuelve a una zona de riesgo político, como históricamente ha sucedido en el país; impulsar otros consumos puede ayudar a aliviar esa tensión. En momentos de dificultades en los que una parte importante de la clase política solo
piensa en restricciones o congelamientos como receta para salir de la crisis debería recordarse lo que ocurre cuando se adopta el camino opuesto.

Sin restricciones, cupos o voracidad del Estado, las alternativas de producción pueden ser cada vez más amplias. Es como apostar al vaso medio lleno.

Por Cristian Mira