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La ganadería y el temor a protagonizar la misma película

La producción de carne bovina en el país comenzó a emitir signos de fatiga. Más allá del crecimiento que tienen las exportaciones, el consumo interno está en su piso histórico y eso se refleja en la producción.

De acuerdo con un cálculo del Ieral de Fundación Mediterránea, el año cerraría con una producción nacional de carne vacuna de 3,01 millones de toneladas, levemente por debajo del registro en 2018.

De ser así, se volvería a los números de 2005, antes del inicio de la intervención en el comercio que llevó a cabo el gobierno anterior.

Los envíos al exterior durante el año también podrían copiar los volúmenes registrados entre 2005 y 2006: alrededor de 740 mil toneladas.

Con una diferencia: en aquellos años, la mayor proporción era carne de novillo, mientras que ahora la vaca tiene mayor presencia y eso enciende algunas luces de alerta sobre el crecimiento a futuro del rodeo productivo.

En este escenario de menor oferta, muchos ganaderos se preguntan por qué no suben los precios. La respuesta está en que el consumo doméstico, debido a la pérdida de poder adquisitivo, no está en condiciones de avalar más aumentos. Desde el sector frigorífico, sostienen que en la primera semana de agosto la media res estaba en los valores de marzo.

“No hay condiciones para que la ganadería crezca, porque no es rentable”, admitió un asesor de establecimientos ganaderos que profundizó su análisis con algunos números: un productor con 300 vacas y con un destete del 85 por ciento (un indicador por encima de la media a nivel nacional) factura por mes 240 mil pesos en bruto. A los valores que tenía en ternero en 2015, la categoría tendría que valer hoy 110 pesos el kilo vivo.

En las actuales circunstancias, aumentar el stock a partir de una mayor productividad no es rentable y los productores no están dispuestos a hacerlo.

En la cadena de ganados y carne, la exportación es el eslabón que ofrece mayor rentabilidad; sin embargo, el resultado de las elecciones presidenciales del próximo mes genera incertidumbre en el negocio.

El temor radica en que el creciente volumen de embarques pueda devenir en algún mecanismo de intervención oficial, como ya ocurrió en 2006, y eso quite incentivos en la actividad.

Mientras tanto, los frigoríficos exportadores siguen trabajando al tope de su capacidad y atendiendo la creciente demanda de China.

“Por cada 500 gramos por habitante que crezca el consumo de carne en China, ese país necesitará importar 450 mil toneladas, de las cuales más de 100 mil deberían ser de Argentina, en función de la participación que tiene en el abastecimiento de ese mercado”, sostuvo Juan Manuel Garzón, economista del Ieral.

A los envíos a China de carne congelada con y sin hueso, la industria frigorífica le sumaría en los próximos días los primeros embarques de cortes enfriados, de mayor valor agregado.

Estados Unidos también aguarda por más carne argentina. Sin embargo, los envíos a ese mercado se encuentran demorados a la espera de que el Senasa designe el personal técnico en los establecimientos habilitados, tal como prevé el acuerdo sanitario firmado con el país del Norte.

En la industria, temen que esos nombramientos se posterguen para el año próximo, debido al actual escenario político.

Por Alejandro Rollán