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Paisajismo, una llave a nuevas experiencias en Matilde y Franck

Dos jóvenes profesionales de la región detectaron una demanda insatisfecha y se abrieron camino con la forestación como punta de lanza. En muy poco tiempo desarrollaron una amplia cartera de clientes rurales y urbanos. La Ley del Árbol y los beneficios impositivos para quien la aplica fue la bisagra.

La ciencia agronómica se propone desarrollar con éxito, rentabilidad y sustentabilidad la producción de alimentos o fibras en el campo. Sin embargo la actividad tiene otras salidas no tan “productivistas”. Por ejemplo el paisajismo, alternativa por la que optaron dos jóvenes ingenieras santafesinas para desarrollar la profesión. Y aunque parezca que sólo se trata del diseño estético de espacios verdes, también tiene aristas que complementan la gestión de la empresa agropecuaria, especialmente a partir de la forestación.

Noelí De Marco y Melina Salzmann, rafaelina y sancarlina respectivamente, se unieron en un proyecto común con una propuesta amplia que abarca asesoramiento en jardinería de pequeña escala, forestación urbana y rural, así como gestión integral para comunas y municipios.

De Marco se había especializado en producción de tambo y Salzmann en “intensivas” y forestal, pero se plantearon expandir el horizonte y detectaron un nicho de mercado ávido de asesoramiento especializado. Así nació Ambientar Paisajismo, consultora que rápidamente se hizo de una cartera de clientes entre los que se cuentan establecimientos lecheros, ganaderos, haras, industrias y entidades intermedias. Lo “más demandado”, aseguran, son diseños ornamentales en jardines de empresas y proyectos de forestación en establecimientos agropecuarios. Sobre el último punto, a su vez detectaron la oportunidad de la Ley del Árbol, que dispone beneficios fiscales a los productores santafesinos que la apliquen.

El gancho

“Nuestra prioridad es la zona rural, pero en Rafaela le dan mucha importancia a la jardinería de pequeña escala en patios y cascos rurales”, le contó Melina al momento de explicar las características del “mercado” con el que se encontraron con su socia una vez que se lanzaron al ruedo. Además, observaron que hay quienes trabajan en mantenimiento pero no proyectos.

La decisión llegó también a raíz del trato que ya tenía cada una con productores de la región, con quienes notaron “una necesidad de tener árboles; y era un punto que no estaba explotado y sobre el que se puede hacer mucho”. De hecho en la práctica terminó siendo una especie de salvoconducto que les facilitó el ingreso a establecimientos en los que luego se interesaron en mejorar estéticamente sus jardines. “Siempre está todo desordenado y en muchos también terminamos haciendo eso”, relató la sancarlina.

De todos modos el “gancho” fundamental es la Ley 13.836, sancionada a fines de 2018 y puesta en vigor a principios del año pasado, conocida como Ley del Árbol. La norma propone la promoción y la conservación del arbolado en todo el territorio provincial y para ello contempla importantes beneficios impositivos tanto en predios predios rurales como en empresas.

“El productor, según la cantidad de hectáreas y la aptitud del suelo obtiene descuentos en el Impuesto Inmobiliario que llegan hasta el 90%”, precisó Salzmann. “Está bueno porque no estaba en la ley anterior y es una forma de incentivar la preservación de árboles existentes en un campo y las nuevas forestaciones”.

Bajo ese marco normativo las ingenieras también trabajan en planes de gestión del arbolado en pueblos y ciudades, ya que es un requisito dispuesto por la ley. “Se trata de tener un manejo apropiado del arbolado, con cronograma de podas, plan de forestación, conservación, riego y fertilización, censo de ejemplares e identificación si los hay históricos o que deben ser extraídos”, detalló.

La ley plantea un beneficio ambiental de preservar bosques existentes o de implantar nuevos, pero Salzmann y De Marco tratan de darle la mayor utilidad al recurso. “Que tengan un uso, que no sean los árboles solamente ahí sino que se puedan aprovechar”.

Por ejemplo han diseñado cortinas forestales aprovechables en establecimientos lecheros o ganaderos para refugio o alimento. Los diseños difieren según el terreno y la actividad, en algunos se plantan en línea y en otros lo hacen en cuñas forestales (agrupamientos sectorizados). “Por ejemplo en ganadería se trata de hacer cuñas cerca de los comederos y bebederos; pero si son agrícolas se hacen en línea para no interferir con el tránsito de las máquinas”.

“Algunos ya tienen parte de bosque nativo y se busca preservar y ampliar; nosotros trabajamos con especies exóticas y nativas pero con prioridad a las nativas por una cuestión de adaptabilidad”, indicó Melina.

Grandes retos

Uno de los desafíos más interesantes que asumieron las socias está vinculado a la producción lechera de punta. Una empresa de la región que trabaja con un sistema intensivo les pidió que analicen la posibilidad de recurrir a la forestación para reemplazar el sustrato que utilizan en las camas de un tambo estabulado por chips o aserrín. El objetivo es disminuir costos y no depender de un insumo externo, por lo cual se encuentran desarrollando junto al cliente un proyecto para destinar una parte del campo a un bosque con ese fin. “Estamos en un ida y vuelta”, contaron.

Salzmann comentó que en este caso en lugar de especies nativas deberían recurrir a exóticas como eucalipto y pino, que pueden ser aprovechables en un plazo menor. El eucaliptus, por ejemplo, es una “madera blanda, de rápido crecimiento, y se adapta a suelos de menor aptitud, que son los que se destinarían a este objetivo en el establecimiento, además de ser rústico frente a plagas y enfermedades”.

Al respecto estimó que con 7 años de desarrollo esta especie ya se puede talar para hacer el chipiado. Lo que aún están estudiando es qué dimensión de bosque se requiere para satisfacer la demanda anual para el tambo. “Todavía no tenemos definido el tamaño del chip, pero será chico para que la descomposición sea más rápida y actúe como cama caliente; hay que generar unas 300 toneladas por mes que es lo que hoy utilizan”.

A su vez están analizando cómo optimizar el aprovechamiento, porque antes de poder chipear el tronco contarán con los residuos forestales que generan las podas. “Muchas veces se descarta pero nosotros los podemos aprovechar”, explicaron. Además, como no apuntan a obtener madera de calidad manufacturera el tronco se puede comenzar a usar antes. De lo contrario deberían esperar al menos 10 años.

Prácticos o sentimentales

Al repasar la experiencia que hicieron desde que fundaron la empresa las socias resaltaron otro casos. Como el de un haras en Matilde, que también hace ganadería bovina, donde desarrollaron una forestación en zona de corrales y pista de caballos. “Nos abocamos en el bienestar animal, con árboles para sombra y cortinas”, relataron.

Por otra parte, en una empresa de Franck se encontraron con un desafío movido por el valor sentimental de los árboles existentes, que necesitaban ser removidos para ampliar las instalaciones. Se trató de ejemplares adultos que habían sido plantados por el padre de los actuales titulares y por ello debían ser preservados, por lo que debieron trasladarlos mediante una operatoria delicada y compleja.

“Tenían 15 a 20 años y los sacaron para ampliar la planta de silos”, contó Melina, un trabajo que en la zona nadie lo hace. “Es todo un trabajo de preparación del árbol para llevarlo a otro lugar y que prenda”. Contó que eran robles con troncos de unos 30 centímetros de diámetros que tenían un valor sentimental para los dueños. El operativo implicó un tratamiento de poda y la posterior extracción y traslado con un pan de tierra de 2 metros de diámetro que se logró mediante la excavación con retroexcavadora y pala. “Son trabajos que lo valen por el tipo de ejemplar y este tenía una historia, un valor sentimental”.