Puente Iriondo: la conexión perdida entre Santa Fe y Las Colonias
A fines del siglo XIX, Santa Fe levantó el Puente Iriondo, una obra que buscaba unir la capital provincial con el departamento Las Colonias, en particular con Empalme San Carlos. Sin embargo, sus años de vida fueron breves: apenas dos, debido a la fragilidad de los materiales y al intenso uso al que fue sometido. Hoy, casi nadie lo recuerda y existen muy pocas imágenes que atestigüen su existencia.
Santa Fe, ciudad atravesada por los ríos Paraná y Salado, ha visto a lo largo de los últimos dos siglos proyectar, levantar y caer múltiples puentes. Algunos más imponentes que otros, todos cumplieron la función vital de conectar comunidades. Hubo viaductos de madera, hierro y hormigón, destinados a ferrocarriles, vehículos o transporte animal, marcando la historia y el desarrollo de la región.
El Puente Iriondo, anterior al Colgante, al Carretero y mucho más antiguo que el Oroño, surgió como una respuesta a la necesidad de comunicar Santa Fe con la creciente zona agropecuaria al oeste. Crónicas de principios del siglo XX sitúan su construcción en 1887. Un artículo del diario El Orden publicado en 1935 recuerda:
“El puente ‘Iriondo’ sobre el río Salado, fue construido hace cuarenta y ocho años, pero tiempo después, debido a la calidad de los materiales empleados y el mismo uso, quedó inutilizado, siendo vanas cuantas gestiones se realizaron ante los gobiernos pasados para que se colocara en condiciones de tránsito”.
A lo largo de los años, la ciudad y las comunidades aledañas reclamaron la reconstrucción del puente. En 1941, El Litoral informaba que el gobierno había autorizado levantar un nuevo viaducto, con un presupuesto de más de un millón de pesos de la época. El proyecto detallaba el recorrido: acceso por la Ruta 11, continuación hasta las vías del ferrocarril y conexión con la carretera que unía Santo Tomé con Empalme San Carlos, sumando ramales hacia Franck, Las Tunas, San Jerónimo, Santa Clara y Pilar.
Además de la estructura principal, el plan incluía pasos a nivel, expropiación de terrenos y plantación de árboles a modo de “bosquecillos”, incluso aprovechando restos del antiguo puente que conectaba Santa Fe con Santo Tomé. Según la crónica de 1941:
“La reconstrucción del puente Iriondo favorecerá una extensa zona agrícola, ganadera e industrial de los departamentos La Capital y Las Colonias”.
Pese a la importancia de la obra, los proyectos nunca se concretaron. Durante las décadas siguientes, el tema volvió a aparecer en medios y reuniones vecinales. En 1949, El Litoral reseñaba un congreso en Empalme San Carlos, donde vecinos de ambas márgenes insistieron en la necesidad de un nuevo puente, pues el Carretero era el único en funcionamiento y el Mihura se encontraba intransitable para automotores.
En los años 50, la discusión continuó, con editoriales que subrayaban la importancia de mejorar la conectividad y descongestionar el tránsito pesado que comenzaba a sentirse en el noroeste de la ciudad. Sin embargo, los proyectos volvieron a quedar en papel.
Hoy, el Puente Iriondo sobrevive solo en recuerdos y documentos históricos. Aunque no se levantó como estaba previsto, su historia permite comprender cómo la Santa Fe de antaño buscaba expandirse y conectar comunidades, y cómo los puentes, más allá de su materialidad, fueron siempre símbolos de progreso, desarrollo y unión territorial.