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Palito Ortega en San Carlos: una noche de recuerdos, para el recuerdo

El cantautor se presentó ante una multitud en la plaza San Martín, en el cierre de “San Carlos Canta con Dulzura”. Entre anécdotas y evocaciones de diferentes momentos de su carrera, interpretó sus canciones más conocidas, desde “La felicidad” hasta “Yo tengo fe”.

Fue una velada especial para los nostálgicos. Palito Ortega se presentó el sábado por la noche en la plaza San Martín de San Carlos Centro en un show en el cual repasó sus canciones más famosas, recordó anécdotas que forjaron su carrera y dejó un mensaje inspirador para los presentes, basado en la relevancia de los afectos, el amor y los sueños.

Ataviado con saco rojo estampado, camisa blanca y pantalón negro, el cantautor subió al escenario 20 minutos después de la medianoche para dar el cierre a “San Carlos canta con dulzura”, actividad organizada por la Municipalidad que incluyó dos jornadas musicales en homenaje al santo patrono de la ciudad. Saludó al público, rememoró una antigua presentación sancarlina que provocó el comentario de los memoriosos y arrancó el show con “Un muchacho como yo”.

Luego siguieron ‘Bienvenido amor‘, ‘Viva la vida‘ y “Corazón contento”, apoyados en la proyección de imágenes de sus películas en la pantalla ubicada en la parte posterior del escenario. Acto seguido y tras evocar las épocas en las que cantaba canciones de amor pero también con una pizca de humor, interpretó ‘Despeinada‘ y “La felicidad”.

Minutos después tomó la guitarra y tras una referencia a los tiempos en que junto al Club del Clan trataba de insertar música en español cuando la que dominaba el mercado era en inglés, hizo sonar los acordes de ‘Estoy perdiendo imagen a tu lado‘, para seguir con un fragmento de “Volaré”, de Doménico Modugno, con quien alguna vez hizo una gira por Europa.

“Muchacho que vas cantando” le sirvió al instante para recordar la importancia de los sueños. “La vida hay que aprender a vivirla”, señaló. Y destacó la importancia de apoyar a la juventud argentina, que “es muy sana”.

Batería y Elvis

Durante el show, Palito trajo a la memoria la figura de Violeta Rivas y para ello interpretó “Que suerte”, otro clásico de los ‘60. En este punto de show cedió el protagonismo a Lalo Fransen, colega desde los tiempos del Club del Clan y se sentó en la batería. Con Lalo como vocalista, hicieron un compilado de canciones entre los cuales figuró “La bamba”.

Después llegó un breve homenaje a Elvis Presley, a través de la interpretación de “El rock de la cárcel” y la evocación de Ortega de su primera canción melódica: “Vestida de novia”.

En este punto, Palito rememoró su experiencia con Frank Sinatra cuando lo trajo a Buenos Aires en 1981, fallida en lo económico pero enriquecedora por la amistad que le permitió crear con el cantante norteamericano. Luego invitó a los presentes a seguir cantando y ofreció ‘Decí por qué no querés‘, “Camelia” y “Que Dios te bendiga hermano”.

La referencia a su amistad con Charly García, a quien ayudó en su recuperación fue un momento emotivo que dio pie a “Media novia”. “Es la canción mía que más le gusta a Charly”, explicó Ortega. Y se despachó con “Popotitos”, también en honor a Charly.

Sonrisa imborrable

“Estoy feliz de brindarles humildemente este puñado de canciones que compuse a lo largo de los años‘, dijo ya en el tramo final. Y ahí llegó una de las canciones que casi todos los presentes fueron a escuchar: “La sonrisa de mamá”. Luego habló sobre la importancia que tuvo el amor y el cariño de la gente como motor de su carrera, agradeció a las autoridades de la Municipalidad de San Carlos Centro por haber posibilitado su actuación y finalizó su show con el mensaje optimista de ‘Yo tengo fe‘, que provocó la ovación del público.

Reconocimiento

Durante el recital, el intendente de San Carlos Centro, Jorge Placenzotti, hizo entrega a Palito Ortega de un presente consistente en golosinas de Lheritier y del símbolo de la ciudad, que el cantautor se comprometió a colocar en un museo que se abrirá en su casa de Tucumán con distintos recuerdos de su carrera.

Por Juan Ignacio Novak