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Las liquidaciones por la leche de junio llegarían con subas de hasta $0,50

En Argentina sigue el alza de valores al consumo y lentamente se detiene la recuperación para los tamberos. Se termina el plazo para negociar.

Es el séptimo mes del año y la lechería sigue respirando, casi la última parte del oxígeno de los buenos valores. El intenso frío no impide ver cada vez más cerca a la primavera y con ella vendrá el temido congelamiento de los valores en los tambos.
De más a menos, internacionalmente los precios de los lácteos viven un momento particular.

Esta semana hubo un alza en la oferta de productos en el Global Dairy Trade que superó en 22 puntos porcentuales a la última subasta de junio. Sin tener todavía en el mundo la precisión del impacto que tendrá la retracción productiva de Estados Unidos, por causas climáticas y también económicas del sector, con una estampida en el cierre de explotaciones, los lácteos marcan su propio ritmo.

La del martes pasado fue el 239º evento electrónico de Fonterra, con una caída general del 0,4 por ciento, la baja más superficial de las últimas cuatro en las que los precios se contrajeron, luego del impulso que se arrastraba en positivo desde diciembre.

Para la leche entera en polvo, sin embargo, la tendencia negativa se frenó. Sin cambios para empezar julio, aunque por debajo del piso de tres mil dólares, la tonelada seguirá por dos semanas en 2.969 dólares, frenando la tendencia de siete rondas anteriores.

Mientras Estados Unidos empieza a prever su merma productiva, pero no sucede lo mismo en Oceanía, el mercado internacional se prepara para descargar la demanda y generar negocios de interés. Por su parte, Argentina lleva un año de valores competitivos por la devaluación, pero no pudo abrir ni un solo mercado nuevo, por lo tanto el panorama externo sigue estancado.

Para el consumo interno los retoques en los precios siguen levemente en alza. Las leches en sachet a 42 pesos, cuando se consiguen en las heladeras compiten con los tetra que promedian los 55 pesos, aunque de forma constante se generan promociones con descuentos que llegan a primerísimas marcas.

El comercio daña y mucho a los lácteos, aunque entendieron que en la leche trepar en los valores los perjudica a ellos mismos, por lo tanto los quesos, postres, y otros productos compensan la quietud de la leche.

Postres infantiles a más de 30 pesos, quesos blancos rondando los cien pesos, cremosos a más de 310 pesos por kilo, son los que siguen poniendo a este rubro de alimentos en la lista de los artículos de lujo a la hora de comprar.

Si un kilo de carne demanda como mínimo tres años de inversión en un animal para ponerlo en una heladera, el queso cremoso que iguala el destino en cuestión de días, termina sin poder justificar su precio.

¿Se ve el final?

En cuanto al tambo, las liquidaciones por la leche de junio estarían llegando con subas de hasta 50 centavos, con pisos de 25, marcando un freno de importancia respecto a los ajustes de los últimos meses. El promedio de julio estará por sobre los 15 pesos, pero será un número que no representará el acomodamiento del resto de la cadena.

La leche está en parámetros de producción de años anteriores, la diferencia fue el destino que se le dio a la materia prima y eso valorizó el trabajo del productor. Sin embargo, no hubo gestión detrás de esto y se ve el final.

Ni la política, ni las entidades supieron ponerse al frente de una negociación con las industrias y la oportunidad se va a desvanecer con la llegada de la primavera. Con más leche el valor no será el mismo y la necesidad, tampoco. Quien no reclamó a tiempo, vivirá más del cambalache de Discepolo.

Sin avances al momento, la paritaria de las industrias con Atilra ya tiene la cifra fiajada de la inflación oficial, aunque no se conoce el modo de pagar la suba.

Ganó el comercio, las industrias no se quedaron atrás, los trabajadores lecheros tendrán su recompensa merecida y los tamberos serán los únicos de la cadena que terminen demorándose en su valor, cuando el paso del frío nos ponga a pensar otra vez en qué hacer con el estrés calórico.

Por Elida Thiery