Campo

¿Cuánto sacrificio y trabajo hay detrás de un Gran Campeón Holando?

Con pasos lentos, un cuero que brilla y refleja el sol, ubres rellenas, caderas amplias y marcadas, colas esponjadas, costillas enormes y una línea recta en la columna vertebral, son las vacas Holando Argentino las que más se destacan en las pistas.

En blanco y negro, aunque hay algunas coloradas, estos animales de trabajo, tienen en nuestro país un polo genético y genómico único, un potencial explotado, sobre el que cada día se sustenta la lechería, pero que en un época del año sale a competir en una agenda intensa hasta el inicio de la primavera para revalorizar esa tarea. Los nombres de las cabañas son los que resuenan, los apellidos de las familias que las empujan, pero ¿quién más está detras de las grandes ganadoras?.

Este fin de semana se hizo la 117° ExpoRural de Rafaela y la Región, se celebraron en el centro-oeste de Santa Fe los 80 años de la Asociación Criadores Holando Argentino y con remates y juzgamiento a cargo del canadiense Jamie Black, se desarrolló la Fiesta Nacional del Holando. Con casi 120 animales en la pista de césped, corrimos desde Bichos de Campo el portón del Galpón de Toros y hablamos con dos de los que están detrás de cada detalle, cuidando a las más lindas.

Rogelio y Héctor, de dos cabañas ubicadas en Colonia Aldao nos contaron todo, antes y después de recibir los premios.

GAJC Sarabi Montross Australia es de la Cabaña Beatriz de la firma Barberis y Cavallero SA y fue el Gran Campeón Hembra Puro de Pedigree. La elección llegó después de una minuciosa mirada del Jurado, entre las mejores de todas las categorías, que primero los señaló y después se acercó a darle la mano a Rogelio Peralta.
Con experiencia previa en la Cabaña La Rinconada, pero habiendo crecido en el campo y trabajado con su papá en un tambo, ordeñando, es una de las caras más conocidas de cada exposición y desde hace 14 años sale a la pista llevando los bozales de Beatriz.

“Empecé cuidando de noche a las vacas en la cabaña, para que no se encucien y les daba de comer”, después pasó a los turnos diurnos y ahí con un trabajo más minucioso. “Una vez que están mansas hay que enseñarles a caminar, bañarlas, cortarle el pelo, darle la comida todos los días”.

Rafaela fue la cuarta de seis exposiciones que visitan, quedan aún San Francisco y Morteros. Rogelio cuenta que el trabajo más intenso empezó en junio y llegaron a la Fiesta del Holando con 14 ejemplares, para llevarse el Gran Campeón Hembra de pedigre, la de cinco años, vaca adulta, reservada 3 años senior, vaquillona y reservada, en Registro de Crías una campeón ternera junior, el reservado macho y junior mayor.

“Ganamos de todo un poco. Yo sabía que nos iba a ir bien. Veníamos trabajando bien y teníamos los animales, pero después el jurado decide”. Rogelio reconoce que a esto “le va mucho mucho trabajo, mucha dedicación y mucho esfuerzo. Que el animal que no se engorde, que no se venga flaco, mantenerlo ahí con dieta, de fardos que son nuestros para las muestras y después al volver a la cabaña volvemos a darle moha, bajamos los fardos y la ración”.
Estaba confiado y sabía que podía ganar, lo confirmó cuando el jurado “venía derecho a nosotros”, después vino el festejo, que no es el primero de esta temporada y mucho menos de su vida como cuidador y presentador.

“Me pasaron muchas cosas en ese momento. Con esta vaca ganamos tres veces, en Morteros, el otro día en San Vicente y acá. Pero esta es especial, porque también sacamos en Rafaela el premio a mejor expositor”, dice orgulloso de un grupo que se reparte en la fila, con cuatro personas de día y dos de noche.

“En el medio de esto hay otras cosas, porque el miércoles me tuve que ir porque operaron a mi hijo de la rodilla, después volví a la tarde. En el medio está la familia, uno deja muchas cosas en casa, aunque lo entienden”, cuenta en su ir y venir de su casa a la cabaña, todos los días y teniendo este año 16 días de corrido lejos de Aldao, entre varias exposiciones.

El esfuerzo de un trabajo tan minucioso, tan silencioso, se trasluce en la sonrisa de Rogelio, la que se ve en las fotos y la que se disfruta en vivo, por ejemplo frente al Gobernador de Santa Fe cuando lo visitó el Galpón.
Otro de los que trabaja casi incansablemente es Héctor José Ríos. Tiene 32 años y hace más de 14 que trabaja en la Cabaña La Lilia de la familia Barberis.

Nació en Rafaela, por mudanza familiar vivió en el campo y buscando trabajo llegó al pueblo de Aldao, para quedarse desde los 16 años.

“Mi tarea durante el año, diariamente es criar a los animales ya de pequeños. Me traen los animales seleccionados, desde los siete meses más o menos, que a futuro pueden ir a exposiciones. Estoy en el casco oficial de la Cabaña, a cargo de los animales que van llegando y bueno, sigo todo un proceso para que a futuro vayan a exposición”, explica sobre una selección que tiene relación con el temperamento del animal, pero también por cómo se para, cómo tiene el lomo, la grupa, las costillas, el pecho, “eso se va viendo por uno que aparenta saber”, dice con una humildad real.
Todos los días en la Cabaña son de dos a tres personas trabajando, pero para llegar a las muestras se coordina un grupo especial. De unos 18 animales seleccionaron para llegar a Rafaela donde tres peronas de día y dos de noche las cuidaron con una minuciosidad que no deja de asombrar en seis muestras para las que trabajan desde dos meses antes del inicio de la agenda, sacándolas del campo donde tienen rollos y dieta especial, con la adaptación al galpón, una alimentación diferente, que le toma un mes para “asentarse” y al siguiente ya muestra resultados, “con fuerza y temperamento para poder competir”.

“El Flaco” cuenta que más allá de atender sus necesidades más básicas, lo primero al llegar a una muestra es “armar las camas, porque las vacas necesitan descansar, comer bien y tomar agua para recuperarse del viaje”. Todos los días se bañan, se les cambia el agua cada tres horas, ya él las viene pelando y después se les hace la terminación del pelo con un especialista, para llegar al juzgamiento.

Con sonrisa en el rostro dice, “yo soy casi el presentador oficial de La Lilia, así que de los 15 animales que trajimos capaz que a diez lleve a pista. Es algo que me gusta, porque me encantala competición en sí”. Pero lo emociona hablar de ganar, tiene la sensación de tener un nudo en la garganta cuando se lo pone en el lugar de ser elegido por el jurado, que en esta oportunidad fue el hecho de tener a la tercera mejor vaca de la pista, Julieta, que mientras esperaban la ronda final y el estaba sentado en la empalizada de la pista, lo topaba buscando cariño.

“Este trabajo lleva mucho sacrificio, por ahí le da más tiempo a las vacas que la familia, porque son 24 horas diarias y bueno, en ese momento que el jurado viene te da el campeón absoluto, se te viene todo eso, todo el trabajo que tuviste haciendo, todas las cosas que dejaste para estar al lado de las vacas, porque es así. También pensar un poco en el grupo, porque aparte de eso están todos mis compañeros que también hicieron el mismo sacrificio y son un montón de emociones, que por ahí alguno dice gana una vaca. ¿que te puede emocionar?, pero por ahí no saben todo lo que uno fue pasando para llegar a eso”.

En la fila hubo vacas de siete años y es todo este tiempo compartido, a veces con momentos dejados de lado con su pareja y su hijo, e incluso con sus amigos, por una tarea que empieza de madrugada cada día y que se respeta por la responsabilidad que lo sostiene y por la pasión con la que lo vive.

La relación con la familia Barberis es de absoluta confianza y es por eso que él pasa a los mejores animales.
Para “El Flaco”, tener la responsabilidad de llevar a un ejemplar en el bozal conlleva algunos secretos, que lo comparte. “Hay que prestarle mucha atención al jurado, ver que el animal se muestre bien y demostrar que tenés pasión, que te gusta lo que estás haciendo, porque eso se ve. Hay que hacerlo caminar bien, que apoye bien los aplomos, que muestre que está bien entrenado”, sabiendo que toros, vacas y terneras se paran de manera diferente.

Tanto Rogelio como Héctor coinciden en dedicación, pasión por la vacas, pero sobre todo, sacrificio para seguir adelante con una tarea artesanal, la de cuidar a los animales, preparalos y exhibirlos de la mejor forma.
La lechería celebra a esta gente, aunque sin hacerlo notar tanto, les agradece que sostengan viva una tarea fundamental y tradicional que desde hace 80 años nos destaca a nivel mundial.

 

Por Elida Thiery (Bichos de Campo)