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Bárbara Sesín de Dib, la mujer que abrió el camino de la inmigración libanesa en San Carlos

El politólogo y actual presidente del Concejo Deliberante de San Carlos Centro, Gabriel Otazo fue premiado por un cuento que rescata la vida de Bárbara Sesín de Dib, la primera inmigrante libanesa que llegó a la Colonia San Carlos en 1898.

La historia a veces se oculta entre papeles amarillentos, cartas olvidadas o fotografías guardadas en una caja. Y, sin embargo, siempre espera ser contada.

Así nació “Bárbara Sesín de Dib: La primera inmigrante libanesa en la Colonia San Carlos”, el cuento con el que el politólogo y actual presidente del Concejo Deliberante de San Carlos Centro, Gabriel Otazo, obtuvo el Premio al Mejor Cuento en el II Concurso Literario “Lina Beck Bernard”, organizado por el Instituto Superior N° 60 “27 de Septiembre”.

Más allá del reconocimiento, el relato es una recuperación histórica cargada de humanidad. Otazo, quien cursa el Profesorado en Historia en el mismo instituto, explicó que la motivación principal fue una necesidad interior:

“Necesitaba escribir sobre ella, sobre Bárbara Sesín de Dib, la primera inmigrante libanesa que llegó a nuestra colonia. Sentía que su historia debía quedar escrita, que una parte de ella tenía que vivir para siempre en nuestra ciudad.”

Una mujer, un océano y una promesa

El cuento, basado en fuentes orales, documentos y fotografías, rescata la vida de Bárbara Sesín de Dib, quien llegó a la Colonia San Carlos en 1898, con apenas 30 años, acompañada de su hija Jesusa y su bebé Domingo. Partieron desde el Líbano —entonces bajo dominación extranjera— buscando una vida mejor, como tantas familias que huían del desarraigo y la pobreza.

Nadie sabe con certeza si embarcaron en Beirut o Trípoli. Lo cierto es que el viaje fue largo y agotador, y las aguas del Atlántico los condujeron finalmente al puerto de Buenos Aires.

Desde allí, guiados por la Dirección General de Inmigración, llegaron a la próspera Colonia San Carlos, donde la esperanza de un nuevo comienzo se mezclaba con la nostalgia por la tierra perdida.

El esposo de Bárbara, Domingo Dib, debía reunirse más tarde con su familia. Pero el destino truncó sus planes: abordó por error un barco rumbo a Centroamérica y nunca más volvió a verla.

A pesar de aquella separación definitiva, Bárbara se sobrepuso al dolor y forjó una vida en la colonia. Vivió hasta los 110 años, rodeada de descendientes que continuaron su legado.

“Es una historia muy fuerte y muy linda —cuenta Otazo—, porque está hecha con fragmentos de memoria: relatos orales, vestigios, cartas, fotografías. Fue armada con los retazos que el tiempo dejó, pero también con el amor y la gratitud hacia una mujer que encarna el coraje de tantas inmigrantes.”

Un legado que trasciende generaciones

Bárbara fue la primera de una extensa colectividad sirio-libanesa que echó raíces en la zona. Su llegada marcó el inicio de una comunidad que, con el paso de los años, aportó su trabajo, sus valores y su identidad cultural a la historia de San Carlos.

Otazo explica que su investigación —pionera en la ciudad— permitió redescubrir documentos y actas de lo que habría sido la primera asociación libanesa fundada a fines del siglo XIX, incluso antes de la conformación de asociaciones sirio-libanesas en otras partes del país.

“Encontré las primeras actas de esa asociación, donde se veía cómo estas familias intentaban preservar sus costumbres, su idioma, su música. La religión no fue un obstáculo porque la mayoría eran católicos, pero el idioma sí fue un desafío enorme, sobre todo para sus hijos en la escuela.”

El politólogo destaca que, hasta ahora, la historiografía local se había concentrado principalmente en los grupos italianos, suizos, alemanes o franceses, que dieron origen a las distintas colonias del departamento Las Colonias.

“Nunca se había hecho un estudio sobre los sirio-libaneses en San Carlos, y menos aún sobre una mujer inmigrante. Por eso este trabajo es tan importante: porque da voz a quienes no la tuvieron”, subraya.

De la historia al cuento: cuando la memoria se vuelve literatura

El texto premiado combina rigor histórico con sensibilidad narrativa. Si bien incorpora algunos elementos de ficción, mantiene el pulso de la historia real y profundamente humana.

La emoción también alcanzó a los descendientes de Bárbara, quienes tuvieron la oportunidad de leer el cuento.

“Una bisnieta de Bárbara lo leyó y se emocionó muchísimo. Me dijo que sintió que, de alguna manera, su abuela volvía a vivir en esas páginas. Y eso, más que el premio, es lo que realmente me conmovió.”

El autor se comprometió a entregar una copia del cuento a la Asociación Siria Libanesa de San Carlos, como una forma de devolverle a la comunidad una parte de su propia historia. “Es mi manera de agradecerles y de mantener viva su memoria colectiva”, señala.

Escribir para no olvidar

Otazo reconoce que el reconocimiento del jurado fue una alegría enorme, pero insiste en que su mayor satisfacción fue haber podido rescatar una historia olvidada y darle un lugar en la memoria de San Carlos.

“Bárbara representa a tantas mujeres que cruzaron océanos dejando atrás su mundo para fundar otro, con esperanza y coraje. Escribir sobre ella fue un acto de gratitud, de justicia y de amor por nuestra historia.”

El autor planea continuar este camino de recuperación de la memoria local a través de una serie de cuentos breves sobre mujeres inmigrantes que llegaron a la región entre fines del siglo XIX y comienzos del XX.

“A partir de la publicación de este cuento, muchos descendientes de otras nacionalidades empezaron a escribirme para que investigue y relate la historia de sus abuelas o bisabuelas. Así que estoy trabajando en un compilado de relatos sobre mujeres inmigrantes, que son verdaderos ejemplos de superación y de valores que todavía perduran en sus familias.”

Una historia que vuelve a brillar

La investigación de Otazo permitió también rescatar una fotografía original de Bárbara Sesín de Dib, hallada entre antiguas cartas escritas en árabe y cuidadosamente guardada por el descendiente Ricardo Ubay, un sancarlino comprometido con la preservación de la historia local. Esa imagen se convirtió en símbolo de una época y de una comunidad que forjó con esfuerzo el presente.

Gracias al gran trabajo de Otazo, que entiende que escribir también es un modo de hacer justicia, Bárbara Sesín de Dib ya no es solo un nombre en la memoria: es una voz que cruzó el mar y encontró su lugar en la historia.