Campo

A 10 años de la 125: en las rutas, una pelea al límite y con dinámica propia

Este domingo se cumplen 10 años del anuncio de la Resolución 125, que desató una pelea que duró cuatro meses, con cortes de rutas y una sociedad en vilo por la pelea campo-gobierno.

Los cuatro meses que duró el conflicto entre el campo y el gobierno de Cristina Kirchner tuvieron parte de su escenario de batalla a las rutas.

De norte a sur, llegaron a registrarse más de 300 puntos de protesta. Gualeguaychú, en Entre Ríos, San Pedro, en el nordeste bonaerense, Saladillo, en el centro provincial , Trenque Lauquen, en el oeste de Buenos Aires, o Armstrong, en el sur santafesino, entre otros tantos lugares, fueron sitios de concentración y piquetes donde el conflicto se hizo visible. Allí estaban cuando había cortes de rutas.

A diferencia de otros conflictos del campo con los Kirchner, pero que no tuvieron a la sociedad plegándose con un fuerte apoyo, como cuando en 2006 el entonces presidente Néstor Kirchner ordenó frenar las exportaciones de carne para supuestamente bajar los precios, en 2008 los productores consiguieron la simpatía de los habitantes de la ciudad.

Lograron que gran parte de la sociedad entendiera que las retenciones móviles pasaban a quedarse en soja con prácticamente la mitad de lo que obtenía el productor. En eso influyó la habilidad de líderes que surgieron en los distintos puntos de protesta.

Como Alfredo De Angeli, ahora senador pero que en 2008 lideraba la filial Entre Ríos de Federación Agraria Argentina (FAA). “¿A qué horas tenés el noticiero de la noche?”, preguntaba De Angeli en el corte del kilómetro 53 de la ruta 14, en Gualeguaychú, a los movileros de la TV. Unos le respondían a las 19 y otros a las 20.

Después, el ruralista definía la hora y aprovechaba la transmisión en directo de los noticieros para hacer una asamblea con los productores. Irrumpía carismático, campechano, con las cámaras mostrándolo sin un diente delante de una audiencia de miles de personas y subido a un acoplado desde donde disparaba frases como “Minga, señora presidenta”.

En esas asambleas se hablaba de cómo iba a seguir un corte de ruta o se trataban temas que la Mesa de Enlace estaba negociando en torno al conflicto.

Cuando había cortes, los ruralistas se turnaban para quedar en guardia por la noche. En el piquete de Gualeguaychú, por ejemplo, detrás de una vieja estación de servicio habían hecho su campamento efectivos de Gendarmería y los productores estaban con el temor a un desalojo. Una vez, antes de apostarse en ese piquete, los productores tenían otro corte que levantaron apenas Gendarmería estaba por actuar. De hecho, esperaron que los efectivos se prepararan para ellos retirarse de la ruta y mudarse al kilómetro 53.

La relación con esa fuerza tuvo sus momentos tensos. Como el 14 de junio de 2008, cuando tras una orden judicial de desalojo de la ruta De Angeli y otros productores fueron detenidos. Eso hizo que se replicaran con más fuerza los cortes en otras partes del país.

Camioneros que pasaban por esa ruta, ómnibus de pasajeros y automovilistas particulares solían quedar atrapados en los cortes y eso generaba eternas discusiones. Muchos productores decían que no estaba bien hacer cortes y pedían disculpas a quienes circulaban por las rutas.

Una vez, en ese piquete los ruralistas estuvieron a punto de enfrentarse con trabajadores de un gremio de la zona que supuestamente habían sido enviados a romper el corte. Los ruralistas habían clavado sobre la ruta una enorme rastra de más de 4000 kilos que impedía el paso.

Gendarmería buscaba convencer a los productores que habilitaran el tránsito. “¡Qué cerca estuvo eso!”, exclamó alguien en medio de empujones que no pasaron a mayores. “¿Sos productor?”, le preguntó el cronista de La Nación. “No, de Gendarmería, pero estoy de civil. Vinimos para evitar un enfrentamiento”, contestó.

Esa escena al límite se dio en un momento en que el entonces gobierno nacional había decidido sacar a Gendarmería de la ruta. Pero más allá de esa orden, los responsables en la zona de la fuerza igual mandaron a algunos de sus hombres, de civil, para evitar un choque.

Sin Whatsapp, el mensaje de texto era el canal rápido para llevar de un lado a otro información de lo que pasaba en la ruta. También desde la ruta partían llamados para averiguar cómo estaban otros piquetes y coordinar acciones. Había miedo a que el gobierno obligara a las empresas de telefonía cortar los servicios en los lugares de la protesta.

Estar en la ruta implicaba una logística. En algunos lugares del país se habían instalado con casillas rurales. En otros se turnaban e iban y venían del pueblo, todos los días. Apostaban camionetas y tractores. Al mediodía no solía faltar un asado.

Sintonizaban la radio para escuchar cuando hablaba algún ruralista de la Mesa de Enlace o la misma presidenta Cristina Kirchner. En Saladillo, por ejemplo, no se olvidan el 31 de marzo cuando, al atardecer, la expresidente dijo que la soja era “prácticamente un yuyo”. En ese momento, los productores que estaban en la ruta 205 tocaban bocina en señal de malestar.

Había discursos duros en todos lados y el escenario llevaba a frases subidas de tono o directamente confusas. Le pasó a Fernando Fischer, que era intendente de Armstrong, en un acto donde estaba apoyando al campo y había temor a un choque con militantes del kirchnerismo y por persecuciones judiciales. “Si quieren venir, que vengan, como dijo el General”, dijo. Esa vez, el intendente creía citar a Perón pero lo estaba haciendo por una frase que el exdictador Leopoldo Galtieri pronunció en el conflicto por las Islas Malvinas. Después, Fischer se dio cuenta del error.

En los distintos lugares a los ruralistas les llegaba la versión de que el gobierno de Cristina Kirchner, a través del exsecretario de Comercio, indagaba siempre si alguna empresa “bancaba” esa movilización en las rutas.

Precisamente, en las rutas, a veces con cortes y otras con una presencia al costado de ellas sin interrumpir el tránsito, se libró una parte importante de la batalla entre el campo y el gobierno de Cristina Kirchner.
Por Fernando Bertello