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Al “veranito” de la lechería le llegan las primeras heladas

Con un precio de la leche en tranquera que se ubicó en un promedio de 15,15 pesos por litro, 60 por ciento más alto que el valor con que inició el año y 125 por ciento superior al del año pasado, los tambos argentinos cerraron un primer semestre con una sustancial mejora de sus indicadores de rentabilidad.

De la mano de un tipo de cambio que hace dos meses superaba los 46 pesos por dólar y que hoy se ubica entre los 43 y los 44 pesos, lo que cobraron los productores en junio significa 35 centavos de dólar por litro.

La cuenta rápida que hacen históricamente los tamberos es que 30 centavos es una cifra que garantiza buena rentabilidad para la actividad.

Por eso, cuando recibieron las liquidaciones del mes pasado, más de uno quedó sorprendido. Y los analistas que siguen de cerca estos temas también: la planilla que actualiza mensualmente Nicolás Torre, economista de la Fundación Mediterránea especializado en temas agroindustriales, muestra que desde 2011 no se alcanzaba ese valor en moneda estadounidense.

Hubo una conjunción de factores que ayudaron a que la lechería sea una de las pocas actividades que logra ganarle a la inflación. El primero, un achique de la oferta productiva que obligó a las industrias a pagarle más a los tambos que se mantuvieron operativos y pudieron seguir produciendo normalmente, pese a que la demanda en supermercados y almacenes también se redujo. El segundo, el empuje de las exportaciones.

Pero el inicio de la segunda mitad del año ha sido para la lechería una verdadera bisagra y el reflejo perfecto de la metáfora del conductor que viaja en automóvil por una ruta y por el parabrisas observa un paisaje muy distinto al que ofrece el espejo retrovisor.

En el retrovisor, el negocio de los tambos tuvo un semestre de vacas “gordas”. Por el parabrisas, la perspectiva se muestra con números más finos.

Cambio de tendencia

El primer dato que generó una señal de alerta fue el derrumbe del comercio exterior de leche en polvo, principal producto de exportación de la industria láctea argentina.

En mayo, viajaron fuera del país apenas 1.476 toneladas, 89,5 por ciento menos que un año antes.

Torre también elabora un indicador de rentabilidad de las exportaciones y señala que, en el caso de la leche en polvo, se “destrozó” en los últimos meses. La caída de la cotización internacional, a menos de tres mil dólares la tonelada, fue un factor clave.

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Por otro lado, si bien el primer semestre cerró con una caída de la producción lechera del 5,8 por ciento, desde el Observatorio de la Cadena Láctea Argentina (Ocla) observan desde abril un proceso ascendente que seguirá hasta octubre y que llevará a que, a partir del corriente mes y de agosto próximo, las estadísticas sean mejores que las de 2018.

“La baja de consumo hasta ahora no impactó en los precios por la menor oferta. Pero con el repunte productivo, inevitablemente se va a sentir”, razonó un industrial cordobés. La foto de junio ya mostró una tendencia: los 15,15 pesos implicaron una suba del cuatro por ciento frente a mayo, pero esta tasa intermensual fue menor que el 13 por ciento de alza de los meses anteriores.

Esta semana la Bolsa de Cereales de Córdoba advirtió por algunos síntomas de estrés que se habían observado en plántulas de trigo a raíz de las heladas. Con el negocio lechero sucede algo similar: el “veranito” que vino beneficiándolo desde principios de año comienza a encontrar nubes tormentosas en el horizonte que enfrían las expectativas.

Por Flavio Ré